viernes, 9 de octubre de 2015

En brazos... o porteando.


#sicb2015

Esta semana es la semana internacional de la crianza en brazos. La peque siempre ha sido muy de brazos. Las siestas que se echa encima de mí, nunca se han podido comparar a las que duerme en el carro o en la cama. Y el carro de paseo sólo lo quiere a ratos. Por eso nuestra mochila Emeibaby, ha sido mi salvación (o la salvación de mi espalda) desde que la empezamos a usar cuando tenía menos de un mes. Y por eso quería hablar un poco de mi experiencia en el porteo.

Desde antes de quedarme embarazada ya me llamaba la atención ver a mamás y papás llevando a sus bebés pegaditos en una mochila, fular o bandolera. Sabía que cuando fuera mamá quería llevar así a mi bebé porque me producía mucha ternura. Durante el embarazo me fui informando de la diferencia entre los portabebés tradicionales y los ergonómicos, y de los beneficios de éstos últimos para el desarrollo del bebé (la postura respeta el desarrollo de la espalda y la cadera del niño) y para la comodidad de los padres (los ergonómicos suelen repartir el peso del bebé entre los hombros y la cadera, con lo que se puede llevar más peso sin que te duela el cuello o los hombros).

No voy a hablar en profundidad de los beneficios del porteo (un par de artículos interesantes aquí y aquí), pero sí de lo que ha supuesto para mí, para Dani y para la chiquinina. Como digo, la peque no aguanta mucho rato separada de mí o de su padre, así que la mochila nos ha permitido hacer muchas cosas que no se pueden hacer (o cuesta hacerlas) con un bebé en brazos. Cosas como las tareas de casa, comidas o cenas fuera de casa, hacer la compra, ir a sitios donde es complicado llevar un carro, vacaciones o excursiones, todo ha sido más fácil con la mochila, básicamente porque te deja las dos manos libres. Además, Dani y yo siempre decimos que la mochila es mágica: es meter en ella a la niña y se suele quedar frita en menos de cinco minutos, por lo que también viene muy bien cuando tiene sueño pero le cuesta dormirse.

Y además es que nos encanta a todos. A la peque le gusta sentirse cerca de mamá o papá, y ahora que ha crecido y saca la cabeza, le gusta ir cotilleando todo desde las alturas. Y a mí (y a Dani creo que también) me encanta la sensación de llevarla pegadita, poder ir dándole besitos en la cabeza, cómo se queda frita con la cabeza apoyada en mi pecho o cómo me mira desde la mochila cuando va despierta.

A veces me acaba doliendo la espalda o los hombros, es verdad. Normal, si la llevo muchas horas encima, pero no más de lo que me dolería llevándola en brazos. Son ya casi siete kilazos de lechona... A veces otros padres me preguntan si no me resulta incómodo, si no me molesta, y me cuentan que ellos dejaron de portear a los dos o tres meses porque les dolía llevar a su peque. Y yo que soy muy prudente no digo nada, pero pienso que seguramente no tenían un portabebés ergonómico. A veces me cruzo con mamás o papás que portean y nos miramos como con comprensión. A veces veo a mamás y papás que portean niños grandes (de dos o tres años) y veo donde quiero llegar, porque las satisfacciones que nos ha traído la mochila en estos seis meses han sido muchas y no quiero que se acaben pronto.



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